domingo, 16 de octubre de 2011

EL DIVORCIO Y LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA




EL DIVORCIO Y LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA

CUANDO UNA PAREJA QUE HA VIVIDO UN MATRIMONIO FELIZ POR 15 O 20 AÑOS DE REPENTE SE DIVORCIA, TODAS LAS PERSONAS QUEDAN EN SHOCK, ESTAS SEPARACIONES AFECTAN PROFUNDAMENTE AL TEJIDO SOCIAL QUE LOS RODEA.

LA GENTE PUEDE PENSAR QUE TODO EL AMOR QUE SE DEMOSTRABAN ERA MENTIRA, PERO LO QUE OCURRE ES QUE HASTA LOS MEJORES Y MAS SOLIDOS MATRIMONIOS PUEDEN SER SUSCEPTIBLES DE SUCUMBIR ANTE LA CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA POR LA FORMA TAN PROFUNDA QUE AFECTA A LOS HOMBRES.

SI LA MUJER ESTA ADVERTIDA SUFRE MENOS SU AUTOESTIMA Y PUEDE QUE DECIDA DARLE A SU MARIDO UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD UNA VEZ QUE EL SUPERE LA TEMIBLE CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA.


EL TEMA ES TAN SERIO QUE AFECTA AL HOMBRE EN TODOS LOS ASPECTOS DE SU VIDA, POR ESO DECIDI INCLUIR ESTE CAPITULO DE E.SEXOLOGIA DEL DR.  Dr. JUAN CARLOS KUSNETZOFF :QUE LA EXPICA MUY BIEN

CRISIS DE LA MITAD DE LA VIDA
 Todo hombre de cualquier condición social la pasa. En algunos, antes de los 40, otros llegando a los 50. No tiene que ver con el fracaso laboral, ni con el matrimonial. 
En realidad, la crisis de la edad media de la vida, es una modificación en la vida de un hombre, se comporta como si se hubiese percatado de haber perdido algo, y lo manifiesta con tristeza, abatimiento o enojo y mal humor.

Obviamente, nos preguntamos: ¿Qué se ha perdido?. Muchas cosas -la mayoría- no concretas, inasibles, casi inexplicables. Diremos algunas: los años de la juventud, los sueños y objetivos juveniles, las energías puestas al servicio de "conquistar el mundo", la mejor mujer, el mejor premio, el más alto sueldo, el más codiciado puesto.
 Lo cierto es que la crisis, de una u otra manera, es inevitable. Habitualmente, todo hombre es ambicioso, se pone una o varias metas a alcanzar en la vida. Estas metas pensadas, soñadas y proyectadas cuando se tenían entre 20 y 30 años se confrontan con lo que se obtuvo realmente entre los 40 y 50 años.

Aunque suene disparatado, la crisis se presenta por igual en aquel hombre que consiguió total o parcialmente sus objetivos y en aquel que no los consiguió. ¿Cómo se explica el primer caso? Porque el estímulo principal del hombre, antes de alcanzar su anhelado objetivo, es el esfuerzo y la espera del resultado. Cuando éste llega, se ha perdido el esfuerzo. Ya no hay para qué luchar.
A esta altura de la vida y en cualquier circunstancia, el hombre cae en la cuenta de que es mortal.

Crisis, estrés y cambio

Recordemos que el cambio mismo es una fuente de estrés, de esfuerzo. Este estrés produce modificaciones hormonales importantes, una baja en al inmunidad del individuo y, por supuesto, una mayor predisposición a enfermar.

Un hombre de 40-45 años que cae en la cuenta de sus limitaciones, que hace un balance parcial de lo conseguido hasta ese momento y tiende a enojarse y a deprimirse, lucha para ocultarse a sí mismo esta realidad. Lucha, se desgasta y, finalmente, agotado, puede ver -no siempre- esta verdad de frente.

 Esta lucha y este desgaste, no son simples enunciaciones.
El hombre puede ocultar los límites a los que ha llegado a través del alcohol, descuidando su vestir, o saliendo con otras mujeres. Generalmente, con mujeres mucho más jóvenes, intentando una "transfusión" de juventud.

Puede llegar a engordar muchos kilos, o fumar en exceso, y es la época en que la hipertensión, el colesterol, la Diabetes y la úlcera gastroduodenal aparecen con mayor frecuencia.

El miedo a envejecer, la sensación de no haber alcanzado las metas propuestas, la necesidad de aferrarse a una realidad que se escapa, hace de la crisis de estos hombres los prolegómenos de una turbulencia depresiva necesitada, en muchísimas oportunidades, de ayuda psicológica.


La crisis de la edad media de la vida y el matrimonio.

Cuando un hombre siente que "el piso se le mueve" en todos los órdenes, es inevitable que la angustia afecte la relación matrimonial. Es difícil decir de cuales factores dependen la estabilidad del matrimonio en estas circunstancias, pero la capacidad de tolerancia de una mujer para administrar la crisis del marido es un factor decisivo. Pero el problema de ninguna manera es fácil.
 Hemos crecido con el pensamiento de que el matrimonio es un vínculo indisoluble -y, a fuerza de ser sinceros- digamos que es deseable que así suceda. Pero -y es de cotidiana comprobación- no es lo que la realidad contemporánea muestra.

Hemos sido educados -aunque el medio que nos rodeara mostrara lo contrario- con los ideales del crecimiento sin problemas, el encuentro con un amor eterno y sin altibajos y la satisfacción del deber cumplido. Más o menos como un hermoso cuento de hadas.

Es obvio que no hemos sido advertidos y muchos menos preparados para las insatisfacciones, decepciones y crisis de toda índole que presionan dentro de la vida matrimonial.

 En realidad, hay dos grandes variantes en este tema. Una, es la crisis del matrimonio en sí, y otra, la crisis de uno cualquiera de los cónyuges que, al negarse a admitirla, tiende a culpar de ella al matrimonio como institución.
 
Ocurre que el hombre, a esta altura de su vida, comienza a experimentar sensaciones y necesidades emocionales que antes, si tenía, le pasaban totalmente inadvertidas.

 El hombre suele sentir -la mujer también, dicho sea de paso- que el matrimonio y la compañera elegida, después de 10-15 años de vida en común, han perdido todo halo mágico. 

El problema no es nada simple. Esta crisis se enmarca en el endiosamiento de la juventud, proceso fomentado y propagandeado por nuestra sociedad actual. Por lo tanto, los sueños, metas de vida, ilusiones forjadas veinte años atrás, suelen no servir ahora.
Descubrir -a veces muy súbitamente- que no alcanzaron los objetivos soñados, puede causar horror a muchos hombres.

 El sujeto tiende a hacerse más gruñón que de costumbre, a reducir el contacto con su esposa e hijos, a pegarse más al televisor, o a llegar tarde a casa.

Si le pudiéramos preguntar, este hombre respondería que se siente "insignificante, impotente, envejecido".

El varón enfrenta muy mal este período. Decididamente, la mujer suele tener mayor ductilidad y capacidad de adaptación.

El hombre encuentra ahora que la vida se le ha rutinizado, en tanto la mujer, libre de las ataduras lógicas impuestas por la maternidad, crecidos los hijos ya adolescentes, se siente mucho más libre y emprende una segunda parte de la vida con alegría y coraje.

 Hay una mujer diferente en la vida de este marido y debe enfrentarse, inevitablemente, con esta realidad. Puede sentirse más abandonado aun si su mujer, ya no tan dedicada a él, decide trabajar, o continuar sus estudios, o simplemente divertirse con sus amigas. 

Un aspecto interesante por lo frecuente y la incidencia que tiene en la estructura del matrimonio en esta edad, concierne a los hijos ya en franco crecimiento y desprendimiento acelerado.

 Se produce un encuentro-desencuentro entre hombres e hijos, de cualquier sexo, realmente conmovedor.

 ¡Justamente cuando el padre está pasando por un período crítico y además altamente sensible, necesitado de comprensión, calidez y ternura, los hijos, por un proceso natural, están alejándose...! 

El hombre suele estar muchos años "edificando el futuro": trabajando de sol a sol, ahorrando dinero o invirtiendo en bienes, soñando con la casita propia, o con el coche nuevo, o con el puesto de máxima jerarquía en el trabajo.

 Al retornar -muchas veces con el objetivo logrado- se encuentra con sus hijos en franca rebeldía adolescente. No le obedecen, siguen sus propios gustos, y les parece sumamente aburrido estar con papá y mamá muchas horas o compartiendo las vacaciones.

La crisis de la edad media de la vida sorprende al hombre en varios frentes simultáneos: desea encontrar en la esposa a la misma mujer del pasado, sin advertir que ella también está cambiando; desea encontrarse con sus hijos y éstos no quieren saber nada de él; desea encontrar una fuente de inspiración en su trabajo o en su profesión para salir de su monotonía y el aburrimiento, pero siente no tener ideas, y no se le ocurre nada creativo. Se cree viejo y piensa que esta crisis es irreversible y que le puede durar todo el resto de la vida.

Crisis de la edad media de la vida" y sexualidad.

Se supone -mal, naturalmente- que la vida sexual de una pareja con 10-15 ó 20 años de vida en común, desaparece lánguidamente; apenas perdura con ritmo rutinario, sólo como para conservar el vínculo y nada más.

 Esta creencia muy común, asienta sobre otra fundamental: a medida que el hombre va creciendo en edad, decrece su vida sexual.

Si bien existen notables cambios en la vida de la pareja -vida corporal, vida en común con los hijos, vida laboral, vida de fin de semana, vida de pasatiempos y de vacaciones- y también la declinación lógica del paso de los años, esto de ninguna manera implica el envejecimiento sexual, la impotencia o la arterosclerosis incipiente. 

La época de la juventud -de los 20 a los 35 años- suponía fogosidad, rapidez, frecuencia; la edad de los 40-50, supone experiencia, calidad, desaceleración de todas las emociones y reacciones, mayor capacidad de autocontrol y, muy especialmente, un diferente nivel de placer. 

No hay dudas de la infinidad de factores influyentes en desavenencias conyugales, a veces cotidianas. Problemas con los hijos, o directamente el reconocimiento de un error compartido, pueden llevar a una pareja a la separación transitoria o al divorcio definitivo.

 Pero el caso más común no es este. Existe una enorme cantidad de hombres desilusionados de su elección matrimonial, lo que repercute directa o indirectamente en su vida sexual. Y ¿por qué?. Parece ser que la responsabilidad de esta desilusión deber ser buscada en las expectativas con que cada hombre abordó al matrimonio y a su compañera cuando era joven. 

Por otra parte, el hombre llegado a la mayoría de edad, ve precipitarse como un castillo de naipes "el mito del macho", dentro del cual fue criado y moldeado.

¿En qué consiste? Al hombre, en su juventud, le fue inculcado que sólo el pene erecto es sinónimo de potencia, tanto sexual como de cualquier otro tipo. Además, debe "durar" mucho tiempo con el pene erguido antes de eyacular. Un hombre debe ser de pene, cabeza y corazón duro, se le ha dicho y repetido hasta el cansancio.

 Por lo tanto, se espera de él que sea agresivo y recio, que no falle nunca en nada y menos en la cama, que compita en todo, aventajando (sobre todo en los relatos de café) a cualquier otro hombre.

 Formado en este tipo de pensamiento durante años, a este hombre le pareció natural probar su potencia sexual con su compañera (y a veces, con muchas otras mujeres) cada vez que salía al "campo de la lucha" de la cama. A los 20-25 ó 30 años, se pueden tener relaciones sexuales sin muchas exigencias, en cualquier lugar, en cualquier posición, con cualquier mujer, en cualquier estado físico y bajo cualquier tipo de presión.

Según este pensamiento, ser hombre es ser joven y "ganar trofeos". La hombría es la potencia y la potencia, el poder. A veces, la hombría es la potencia y el poder, que se mantienen gracias a la máscara ocultadora de los sentimientos, las tensiones y aprensiones existentes. Cuanto más se alardee y se haga ostentación, más hombría se supone tener. Cuando un hombre llega -supuestamente- a la madurez de los 40-50 años, no puede pretender tener la reactividad, la velocidad y la indiscriminación en sus relaciones que tenía 10 ó 15 años atrás.

Como quedó dicho, el "culto del macho" hace suponer a un hombre que el tiempo no pasa, que la juventud es eterna, que puede quedar sin dormir varias noches a los 25 años como a los 35 como a los 45; que podrá tener, sin cansancio 2 ó 3 relaciones sexuales por día también a cualquier edad, y que su pene apenas toque la cama (no la mujer) tendrá la misma capacidad de volverse eréctil a los 25 como a los 45 ó 50 años. 

En esta edad media de la vida, los hombres "descubren" súbitamente que ese mito es eso: un mito. El pene no se levanta tan rápidamente como antes y, -¡oh, horror!- a veces sencillamente no se levanta. El "atleta" ha entrado -según cree el supermacho- en declinación; el miedo a la vejez, a estar "acabado", esto domina el panorama, agravando los estados anímicos y las relaciones con la esposa o la familia.

 Si el hombre no tenía hasta el momento ningún problema, es seguro que lo tendrá ahora. Hay un detalle agravante. Los hombres están cursando en esta edad media de 40-45 años, una época en que la vida también ha crecido en derredor. No sólo los hijos sino también la mujer y los parientes cercanos. 

No es extraño que en estos años, un familiar -madre o padre- enferme o muera; o que se produzcan cambios importantes en la vida laboral o del hogar, como ascensos en el trabajo, cesantías y comienzo de trabajos nuevos, o mudanzas de residencia, etc., etc.

 Todos estos factores, a veces, actúan de desencadenantes de situaciones de estrés que desembocan en la crisis de la edad media. El hombre tenderá a atribuir la pérdida de su reactividad o la falla ocasional en la erección o eyaculación a cualquiera de estos factores. 

Como popularmente se cree que en esta época comienza la "menopausia masculina" (*) no es extraño que el individuo consulte a un especialista para que le sean administradas hormonas (testosterona). Repetiremos que el decrecimiento intenso de la actividad testicular en esta edad es muy raro.

 Y además, si se detecta una baja importante en la Testosterona, debemos saber que no se trata de un acontecimiento natural sino de una enfermedad que tiene manifestaciones hormonales en otras partes del cuerpo y relativamente accesibles a cualquier especialista. 

En conclusión, los problemas sexuales de un hombre de 40-45 años una vez descartadas las grandes causas orgánicas como la Diabetes, los problemas vasculares y renales o alguna afección general, son de origen psicológico. La terapia hormonal servirá de muy poco.

Y es más. Es necesario, antes de medicarlo con Testosterona, efectuar un análisis de sangre completo, que incluya un Antígeno Prostático Específico, con la finalidad de detectar posibles procesos de neoformación, que la administración hormonal pueda -peligrosamente- activar.

Es conveniente explorar las fuentes de la angustia, productora directa de fallas sexuales.
 Es probable que un hombre niegue tener angustia. Recordemos que la angustia es un afecto y, como tal, está sujeto a la política general sustentada hasta ese momento por los hombres: reciedumbre, "los hombres no lloran", "el que confiesa un afecto o un problema, es un marica" etc. 

Pero, cuando se los interroga con tiempo y detenimiento, estos hombres de 40-45 años pueden develar circunstancias o acontecimientos productores de angustia que han contribuido en forma directa a la sumatoria de la crisis de la mitad de la vida y pueden provocar fallas sexuales.

 Así, estos hombres pueden confesar como causas cercanas de ansiedad:
· Hostilidad de la esposa. 
· Poca demostración de cariño de la compañera (no lo acarician eróticamente, o lo acarician insuficientemente).
· Clima sexual tenso: los chicos rondan el cuarto, no hay intimidad.
Pero lo más interesante, son las causas indirectas o lejanas de ansiedad. Se pueden remontar a 3 ó 4 años atrás:
· Angustias laborales: peligro de perder el puesto o el trabajo. 
· Angustias económicas: aprietos financieros, peligro de perder la casa.
· Episodios depresivos, aún los que hoy ya están superados. 
· Fatiga física, descanso insuficiente, insomnio. 
· Consumo excesivo de bebidas alcohólicas. 
· Consumo excesivo de tabaco (más de un atado de cigarrillos diario)
· Tensiones conyugales durante un lapso prolongado.

Cualquiera de estas causas puede venir acoplada a muchas otras, potenciando su capacidad de producción de angustias. Además, la angustia crónicamente sostenida, puede, por sí misma, producir cambios hormonales, siendo a su vez éstos responsables circunstanciales indirectos de las posibles fallas eréctiles o eyaculatorias.
 El hombre de 40-50 años: un ser ignorante en materia sexual y altamente sugestionable.
Los padres de la sexología contemporánea, W.Masters y V.Johnson afirman textualmente: "La susceptibilidad del macho humano al poder de la sugestión con respecto a su capacidad sexual, es casi increíble."

Esa sensación flotante en el aire respirado por cualquier hombre de esta edad, del temor a perder la erección, a no durar lo suficiente, a perder la "virilidad", a que le digan "inservible", es la causa principal -no existe duda alguna- de las fallas sexuales en esta edad de la crisis.
 La más leve alusión a la capacidad de tener una erección y sostenerla, encuentra al hombre de 40-45 años tan sensible y susceptible, que puede provocarle una brusca inhibición y desencadenarle una pérdida total o parcial de la erección.

Este mismo hombre ignora que con el tiempo se le ha prolongado francamente el período refractario; necesitará minutos y, a veces horas de juego amoroso previo a una erección.
Antes, con solo mirar a alguien, ya sentía una sensación característica.
El hombre, además de ignorar todo lo referente a su sexualidad, es terco y orgulloso. Eso quiere decir: "a mí, esto no puede sucederme". Entonces, empeñará sus fuerzas en la lucha sin cuartel contra sí mismo; cree - ingenuamente - que cuanto más esfuerzo de voluntad, mayor atención focalice y mayor espacio de su mente le dedique, solucionará mejor el problema.
El resultado es la depresión: el proceso natural e involuntario reside en la no admisibilidad de los límites, de los afectos, de las nuevas necesidades de placer y satisfacción. 

La mayor parte de los hombres, sin duda, no comentará sus problemas con otros hombres. El camino del "macho" también pasa por ahí. Y si comenta, no obtendrá respuestas honestas. La hipocresía, la fanfarronería y la omnipotencia crean el clima más común entre los "machos". El resultado es previsible: el hombre se siente solo, creyendo que es un caso único, excepcional y además, incurable.
 No es nada extraño que para calmar la ansiedad y probarse, el hombre de 40-45 tenga aventuras amorosas con mujeres a veces mucho más jóvenes que él. O incluso, que salga en repetidas oportunidades con mujeres ocasionales, pagadas, por supuesto.
 Como es de suponer, este "método de diagnóstico y/o terapia" no resulta; a veces agrava más el problema: el "macho" encuentra el "documento" de que está "terminado", que ya "no funciona" y supone que algo grave le sucede. 

También existen los que se transforman en Don Juanes seductores para darse mayor t
e frecuentan "casas de masajes" o "saunas", o prostitutas, donde la máquina del dinero ha sustituido al afecto, el tiempo tranquilo, las caricias con amor y, sobre todo, la presencia del otro global, como una totalidad comprensiva.ranquilidad y confianza, los que asedian a las amigas o esposas de amigos.
 En el extremo, están los qu

 
Sin embargo, cada día son más los hombres capaces de confesar sus problemas a un clínico o a un Urólogo, de la misma manera que las mujeres hace tiempo ya se los confiesan a su Ginecólogo/a.


Fuente: e.sexologia
 Dr. Juan Carlos Kusnetzoff

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